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El objetivo se desplaza. Ahora no vemos a la víctima (ni escuchamos su última voluntad) sino a los verdugos que muestran rostro de preocupación sentados a miles de kilometros de distancia en el despacho desde el que se gobiernan nuestras miserables vidas, nuestras tristes existencias que pueden saltar por los aires como los personajes de un videojuego, sin que podamos saber siquiera si nuestro fin arrancará un gesto a Hillary Clinton que no parezca de sorpresa porque Super Mario no ha logrado en la partida alcanzar una vida extra que tenía a su alcance. Ahora (aunque no es nuevo) solo alcanzamos a ver falsedades prefabricadas mientras nuestros ojos aguardan la imagen del terrorista muerto, la prueba definitiva, el bálsamo que nos permita seguir en nuestro letargo con la conciencia tranquila. Hace tiempo dejamos de ser críticos con lo que veíamos y ahora hemos dejado de serlo incluso con la ceguera, nos basta oir el cascabel que nos indica la presencia del obstáculo. Nos basta una mentira creíble. Y envidiamos a Pete Souza porque estaba allí en vez de preguntarnos qué está haciendo y para qué.

Txema Rodríguez

Mireu-la bé. Trobareu tot els budells de l’ajusticiat en aquesta fotografia, penjats de cada mirada. També hi som nosaltres. Veieu aquella dona del fons, sota el llindar de la porta? Nosaltres, com sempre, estem darrere, al corredor, ajupits, amb poques ganes –ja– de pegar bots. Ho xiuxiuege per si encara algú, adormit o desdenyós, no s’hi veu. Happy end?

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